En abril del 2011 Jeonghwan Kim decidió romper con la rutina y salir de su casa en Seúl, Corea, para aventurarse a recorrer ese lado del mundo que para él era desconocido.
Aunque no tenía los recursos suficientes usó lo que tenía a la mano, su bicicleta azul oscura marca Marin con el número de serie F497CSR001 y algunas cosas básicas en su maletín rojo. Su primer destino fue Rusia y en la actualidad puede decir con firmeza que junto a su bicicleta ha andado en calles europeas, del Medio Oriente, África y de varios países de Suramérica.
Para trasladarse entre continentes con su compañera de dos ruedas, algunas veces tuvo que rebuscar para hacerlo en barco; otras veces, coreanos hacían colecta para ayudarle con los pasajes.
«Mi mamá y mi hermana menor me apoyaron, entendieron que necesitaba un tiempo para mí», confesó. Es insistente en que uno de los sacrificios más grandes ha sido extrañar a su familia.
Antes de su travesía era profesor y traductor. Entre sus estudios están conocimientos en literatura, pedagogía, lenguajes, idioma japonés y una maestría en la Universidad Kyunghee.
Para sobrevivir y seguir descubriendo nuevos lugares se vale del dinero que puede recaudar en el camino vendiendo objetos, postales con sus fotografía en los diferentes países, dando conferencias o dictando clases en su especialidad.
Llegó a Colombia por la frontera con Ecuador hace poco más de un año, estuvo en Pasto, Popayán, Cali y Medellín. Actualmente reside en Bogotá. Inicialmente sería transitorio mientras tomaba un descanso, pero ahora está a la espera de conseguir una alternativa para recuperar su bici u obtener una nueva, pues fue víctima de un robo en Cedritos el pasado 24 de octubre.
«Antes que nada quiero resaltar que la bicicleta más que un valor comercial tiene un valor emocional gigante, ha sido mi compañera de viajes, con ella pude recorrer muchos lugares del mundo y no quiero que la historia termine así», afirmó.
Fue un joven, también montado en bicicleta, el que le adelantó para después frenar y acercarse a él de manera lenta. «Yo trabajo en una agencia de viajes y quiero enviar algunos turistas a su país», dijo el hombre que vestía ropa deportiva en un intento por ganarse su confianza.
Jeonghwan Kim menciona que en «un golpe de mala suerte» precisamente iba a donde había otra persona esperando al sujeto. «Llegamos donde su compañero lo esperaba, él me me dijo que iba a ir por su tarjeta, no me pareció sospechoso. Me quedé con su compañero y este me insistió para que lo dejara montar en mi bici. Le dije que no, entonces me la quitó, por un momento montó alrededor mío pero repentinamente se escapó«, describe.
Admite que aunque tal vez fue confiado y muchos lo han juzgado, se niega a creer que toda la gente que conoce es mala pues en lo experimentado en sus viajes «jamás había vivido algo así, ni siquiera en lugares realmente peligrosos».
Tras el hecho, decidió hablar con las personas del sector para que le ayudaran a conseguir las grabaciones de las cámaras de seguridad para identificar los rostros de los asaltantes: le dijeron que no, que debía presentar un papel para la solicitud.
Al ir al CAI los policías le respondieron que tenía que poner el denuncio en la página web, pero cuenta que no pudo, «siento que el sitio está mal diseñado en la prestación del servicio a extranjeros».
Luego, tras tres horas en otra estación de policía, logró interponer la denuncia, pero cuando regresó para pedir las grabaciones a los residentes de las tres viviendas cercanas al lugar le dijeron que «justo ese día, a esa hora, no funcionaron las cámaras».
«Un extranjero no es el enemigo de todos. Estoy muy estresado porque me asaltaron y eso nunca es culpa de la víctima, esos actos no se deben justificar con nada», resalta.
Con el paso de la semanas no pierde la esperanza de volver a ver a esa compañera de dos ruedas con la que recorrió desiertos, días de lluvia o nieve. Pero también sabe que tal vez, en algún momento, deba despedirla para siempre y por eso ahora su meta es armar una bicicleta nueva.
Dice que le gustaría tener un hogar en Colombia, quedarse un tiempo para descansar de sus días nómadas y que en ese proceso agradece «cualquier tipo de ayuda» porque igual siempre debe estar listo para partir. Un pedal, freno o suspensión, lo que le den es un avance para estar preparado para en cualquier momento emprender una nueva aventura
Cualquier persona está a un mensaje vía redes sociales de colaborarle, ya sea con información para ubicar su bici o inclusive programando unas clases de coreano y japonés.
Fuente: El Tiempo