El drama de las bicis de alquiler llega a Madrid

El pasado 22 de abril, una decena de bicicletas amarillas de alquiler reposaba en el lecho del río Manzanares, a la altura de Príncipe Pío. Se trataba de un acto de vandálico, y quizás un drama para la empresa. La imagen capturada por un vecino deriva de la creciente presencia en la capital de vehículos de este tipo. Están asociados a negocios enmarcados en la economía colaborativa que han entrado con fuerza en varios países europeos. Desde 2017 se está introduciendo en varias ciudades españolas. Las bicicletas compartidas de empresas como OFO, oBike o Donkey Republic circulan desde hace meses por Madrid. Sin embargo, por ocupar en ocasiones la vía pública y por los desperfectos deliberados que sufren, es un servicio criticado. Están a la espera de que el Consistorio regule el sector para poder aumentar el parque.

«Estamos comprometidos a trabajar con el Ayuntamiento», señala Pablo Postera, portavoz de oBike. “Pero es verdad que está yendo muy lento, y llevamos bastante tiempo reclamando que se llegue ya a un acuerdo”. El Consistorio emitió un comunicado en el que anunciaba «una regulación especial las bicicletas en alquiler sin base fija”. También una “ordenanza de movilidad sostenible” en la que se esclarecería la responsabilidad de la empresa por el mal estacionamiento de las bicicletas. Las empresas consultadas señalan que desde entonces se encuentran en “fase piloto”. OFO y oBike tienen unos 200 vehículos en la calle.

Salvo por pequeñas particularidades, las empresas para compartir bicicletas tienen el mismo patrón de funcionamiento. Una vez descargada la aplicación y hecho el perfil, el usuario puede localizar la posición de las bicicletas por los GPS de estas. Cuando se ha encontrado la bicicleta, se escanea el código QR que tienen para desbloquear el candado. Las tarifas suelen rondar los 50 céntimos por cada media hora de viaje. Con confirmar que has terminado tu viaje en la aplicación es suficiente para cerrar el trayecto.

“En China se les ha ido de las manos”, señala Iñaki Díaz, portavoz de la Asociación Pedalibre. Muchas de las empresas que han explotado este nicho de mercado nacieron en el gigante asiático. Allí se han convertido en una plaga que invade las aceras y los aparcabicis privadas. Las asociaciones de ciclistas coinciden en que no se trata de un problema serio, al menos en Madrid. “Mi balance sobre la aparición de estos servicios es positiva”, declara Luis Ovalle, portavoz de Madrid Ciclista. Si bien admite que tiene “el corazón dividido”. “Por un lado nos gusta que existan estas alternativas que promuevan un transporte sostenible, pero es necesario regularlas para evitar sus inconvenientes».

Antonio Relaño, (OFO Spain) en Madrid, insiste en que es necesario “educar al usuario” con el ejemplo. “Cuando redistribuimos nuestras bicicletas, tenemos cuidado en situarlas en lugares permitidos, como en los aparca bicis, en avenidas o en calles con más de tres metros de ancho”. Según señala Juan Manuel García, responsable de marketing, “en una ciudad como Madrid que, por su geografía, no tiene una tradición ciclista”. En oBike, Postera destaca el programa de puntos que incluye la aplicación móvil para incentivar el buen uso de la bicicleta. Gracias a ella, detectan si la bicicleta está correctamente estacionada o no. En función de ello, la aplicación premia al usuario con tarifas más baratas y viajes gratuitos o lo penaliza con tarifas de hasta cuatro euros cada media hora, si bien admite Postera que no es un método del todo fiable.

¿Supondrán estas bicicletas un problema verdaderamente serio para Madrid? Dinos qué opinas tú.

Respecto a casos de vandalismo o averías, ambas empresas disponen de transporte para recoger los vehículos y repararlos. En OFO aseguran contar además, con técnicos que pueden arreglar determinadas averías en la calle. En ambos casos, cada vez que se termina un viaje, la aplicación da la oportunidad de alertar sobre cualquier desperfecto o avería en la bicicleta. “Agradecemos que los madrileños reporten cualquier incidencia, porque eso contribuye a la imagen de la ciudad y favorece la idea de que somos una pequeña familia”, explica Relaño.

 

Fuente: El País

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