Nuestro cerebro sabe cómo hacer las cosas para que, una vez subidos a la bicicleta, sepamos mantener el equilibrio mientras pedaleamos, por muchos años que hayan pasado desde que montáramos por última vez.
En efecto, montar en bicicleta es una habilidad que nunca se olvida, y lo mismo ocurre con otras muchas habilidades que aprendimos en su día, y que luego dejamos de practicar hasta que, casi milagrosamente, volvemos a recuperar luego.
¿Por qué no las olvidamos? ¿Por qué, al cabo de un tiempo, sin importar cuánto sea, para nuestra sorpresa podemos volver a practicarlas? Las sinapsis durmientes son la clave, lo que nos evita tener que volver a aprenderlo. Simplemente porque gracias a ellas, unas conexiones neuronales que se producen durante el aprendizaje y que se fortalecen cuanto más practicamos, y a su vez encogiéndose, pero sin llegar a desaparecer, cuando dejamos de practicar, explica Mark Hübener, del Instituto Max Plank de Neurobiología, en un artículo publicado en el último número de Cuadernos, mente y cerebro.
Ese letargo de las sinapsis durmientes es el que nos permite recuperar esas habilidades que ya creíamos perdidas, como patinar, jugar al tenis, montar en bici o tocar el piano. Y lo mismo ocurre con los recuerdos, apunta Hübener. “Podríamos definirlo como un principio general por el que se rigen las células del cerebro. La memoria no destruye las sinapsis en desuso, conservándolas en una especie de sueño de la Bella Durmiente”, explica Hübener.
Como ocurre en el famoso cuento infantil, cuando la princesa revive con el beso de su príncipe la historia encuentra su final feliz y, del mismo modo, en el “cuento sináptico de la Bella Durmiente”, nuestras sinapsis en desuso despiertan y, como por arte de birlibirloque, nos permiten recuperar aquellas habilidades que creíamos perdidas…
Fuente: Instituto Max Plank de Neurobiología.