El deportista leonés Manuel Merillas cogió la bici, se fue hasta Jaca y se dispuso a realizar Camino de Santiago en bicicleta. Hasta aquí sería una hazaña normal, sin embargo, a Manuel Merillas le pareció que hacerlo en un día no era mala idea, realizando los 793 kilómetros del recorrido Francés en tan solo 26 horas y 26 minutos, para ser exactos, una proeza que pocos, por no decir ninguno, han hecho y menos cuando Manuel se encontraba en proceso de recuperación de una operación. Usó dicha travesía como un simple entrenamiento para su recuperación.
Como si se quedara para tomar un café, Merillas decidió durante un fin de semana de septiembre realizar dicha proeza. Miró el tiempo de la semana, vio que el martes y el miércoles daban bueno y sin más dilación decidió ponerse manos a la obra y preparar el equipo necesario para poder realizarlo. Organizar ruta, preparar comida y bebida, poner a punto la bici y «al lío».
El lunes siguiente Antonio Medrano lo acercó hasta Roncesvalle, donde se acreditó como peregrino, cenó con el resto de personas que iban a realizar el camino y se puso a ello a dormir bien; por delante le quedaban 26 horas y unos cuantos obstáculos antes de llegar a su destino. Su familia, que «está mal acostumbrada» no hicieron más que animar al atleta a realizar el camino con un «ole tus huevos» por ello.
Con todo preparado para ponerse a rodar a las nueve de la mañana del martes 19 de septiembre, Manuel Merillas pone los piñones con los que comenzar y coge rumbo a Pamplona, la primera ciudad que le pone dificultades, necesitando tirar de GPS para poder seguir su camino. En Logroño, a los 130 kilómetros de empezar, Merillas pinchó por primera vez, usando del kit de reparación un par de parches y adelante, aunque no se esperaba que solo 60 kilómetros más adelante tuviese otro pinchazo, Santo Domingo de la Calzada le costó su segundo y último juego de parches.
Con el viento de cara, sin recambios y con aún muchos kilómetros por recorrer, Manuel Merillas llamó a su hermana Sara, aclarándole que debido a las adversidades temporales y sobre todo a que no tenía recambios, debía estar atenta por si no llegaba a Burgos, ciudad en la que se pensó detener su travesía. Sin dejarle dudar dos veces, en Burgos le reabastecen con recambios para los pinchazos, recarga las pilas con los ánimos de su sobrina y retoma el camino hacia la catedral del apóstol cristiano.
Desde Burgos hasta la capital maragata, Astorga, Antonio Medrano le acompaña en el viaje, a partir de Astorga y ya hasta Santiago de Compostela, sería su padre quien le acompañase, sirviendole de soporte debido a que por la noche no es muy seguro andar por esos caminos, y sobre todo porque se quedó sin la luz frontal.
Encarada la ciudad maragata y rumbo a la segunda mitad de la provincia leonesa, a Manuel le queda los puertos más duros, los de Foncebadón y O Cebreiro, con 915 metros y 642 metros de desnivel respectivamente. Llegada la noche el frío atizaba a la valiente pareja de padre e hijo, con tres grados que se clavaban en los huesos pero nada que unas capas de ropa de más pudieran soportar. Incluso para Merillas fue más duro los últimos 90 kilómetros, todo repechos, cuestas con un gran desnivel, que hicieron que se enfadara y que el tiempo se le hiciera eterno por cada puerto que pasaba. Pero nada de esto fue suficiente para pararles y llegar a su destino, la Plaza del Obradoiro, donde se encuentra la Catedral de Santiago de Compostela.
Tras dos días sin dormir y tras casi 800 kilómetros en las piernas y un padre que dobló el trabajo para poder acompañarle, la cola para conseguir la Compostelana, el certificado del peregrino, esperaba, aunque con una triste desilusión. Tras las dos horas de cola para la Compostelana le esperaba un no rotundo, ya que solo tenía el sello de Roncesvalles y que el modo en el que hizo el Camino de Santiago no era el modo en que se debía hacer, incluso poniendo en tela de juicio la posibilidad de hacer el recorrido en poco más de un día. Un camino que no le ha dado la compostelana pero sí una historia para recordar.
Tras coronar Santiago Manuel Merillas se tomó su particular descanso, «tras el camino he dormido, descansado mucho y sobre todo aguantar el dolor de piernas». Además con un par de días de reposo el atleta tenía la idea de poder tener molestias en el pie que le operaron, «pensé que me dolería por estar tanto tiempo dándole caña» aunque asegura sentirse bien, «no me duele y es más ayer subí a un monte de aquí al lado para hacer algo de ejercicio», sin forzar eso sí.
Su familia y amigos están, como ya comentamos, ‘mal acostumbrados’ a estas ‘locuras’ pero Merillas ya está pensando en realizar nuevas proezas y en donde su familia tenga un protagonismo, y a pesar de no poder asistir a todo el recorrido si quiere realizar algo junto a ellos, «hacerlo con familiares es complicado pero algún tramo pequeño si que me gustaría». Su entrenador, por su parte, si que le echó la bronca tras contarle lo que había hecho, ya que desconocía el reto previamente.
El incansable Manuel Merillas ya mira a nuevos horizontes y aunar en su próximo reto «tierra y mar», donde pueda andar en bici y correr. Este enamorado de lo imposible no para y quiere seguir haciendo lo que más disfruta, «me gusta plantearme retos más que la carreras, ya que es medirse contra rivales, y para la cabeza mejor, estos retos la fortalecen». Otra gran aventura espera, sin duda, a este excepcional deportista leonés.
Fuente: ILeón