En varios contextos y por diferentes vías me han llegado comentarios de personas que sugieren quienes se desplazan en bicicleta por València -y por extensión, imagino que en cualquier lugar- deberían pagar impuestos. Que digo yo que ya los pagan, porque el IVA está incluido en el precio de la bici, a no ser que se compre via Wallapop. Pero se refieren a más exigencias legales y económicas, concretamente: impuesto de matriculación, permiso de circulación y seguro de accidentes.
Los motivos parecen lógicos. Usan la calzada, igual que los vehículos motorizados; están obligados a circular por la calzada si no hay carril bici, pero no a conocer las señales que se cruzan; y el seguro, por los accidentes.
En realidad, todas estas medidas se reducen a lo mismo: gravar la posesión de una bicicleta y penalizar su circulación. Poner dificultades. Es una cuestión económica y también de molestias. Si un padre que va con su hijo en bici al colegio tiene que pagar todo eso y seguir tantos trámites administrativos, seguramente acabará optando por el coche. Lo mismo se aplica a una persona que se transporta así a la oficina o incluso al que decide usar la bici únicamente el domingo por la mañana para darse una vuelta por el río. ¿No se trataba de que “quien contamina, paga”?
Sobre el impuesto de matriculación. El argumento que más he oído es que los ciclistas ralentizan el tráfico y generan atascos. A ver, los impuestos que pagamos todos (ciclistas, peatones, conductores y hasta patinadores) ya sirven para sufragar el mantenimiento de las carreteras, pero no solo eso: también para que funcionen servicios como los hospitales o los colegios, los usemos o no. En cuanto a los atascos, solo apuntaré que con más bicis y peatones y menos coches el recorrido de la denostada EMT sería más fluido.
Sobre el permiso de circulación. Más de lo mismo. Exigir que personas de todas las edades (así son los usuarios de la bici) tengan que sacarse un permiso que incluiría tasas y algún curso que tendría que pagar cada uno de su bolsillo. Otra carga añadida para las familias que optan por este transporte por ser más limpio, pero también más barato. ¿También tendrán que sacarse el ‘carnet’ los patinadores? ¿Y los skaters?
Sobre el seguro. Es cierto que hay accidentes en València en los que el ciclista es el culpable. Pero su potencial lesionador no es el mismo que el de un coche. Obviamente, eso no exime de culpa a los ciclistas: en caso de daños, la responsabilidad es del ciclista. Hasta un peatón puede ocasionar un accidente y no por ello tenemos que pagar un seguro por salir a pasear a la calle. Sí veo muy necesarias las campañas informativas de concienciación, que a veces en el carril bici una se siente en medio del Tourmalet. En todo caso, recordemos que algunos seguros de coche incluyen los trayectos en bici y hay ciclistas federados (sobre todo los de carretera).
Por tanto, todo carril bici que se facilite la movilidad sostenible en València será positivo, tanto para quienes lo usen como para quienes no. Que entre todos dejemos aparcado el coche cuando tengamos otras opciones (bici, pero también caminar o transporte público) repercute en beneficios directos sobre nuestra salud y la de los demás, mejora la calidad del aire, es un ahorro de dinero para nosotros y para las arcas públicas, contribuimos a un espacio más descongestionado y con menos atascos, etc.
Un caso aparte, y verdaderamente preocupante, es la división que se está generando en València entre ciclistas y el resto del mundo. O mucho peor (y muy cateto): la pretensión de ligar un determinado medio de transporte con una ideología política concreta.
La convivencia entre peatón y coche nunca ha sido del todo pacífica, pero el odio nunca ha sido tan sangrante como el que vivimos ahora. Peatones y conductores (no todos, claro) parecen haberse unido y conjurado contra un enemigo común: el ciclista. Unos, porque les obligan a reducir la velocidad en la calzada; otros (a menudo con razón, aquí nadie se salva), porque sienten que les roban espacio de paseo o sienten amenazada su seguridad.
Al final, todo se reduce a lo mismo: a saber convivir, respetar las normas de circulación y usar un poquito más el sentido común. Y quienes fomentan el uso de adjetivos “anti” para confrontar a la población con fines políticos (a lo mejor no hay tantos “anticoches” y sí muchos “antibicis” de nueva generación), es que no han entendido nada. Simpatizantes de izquierdas, derechas, centro y apolíticos: prueben la bici, transporta todo tipo de ideologías.
Fuente: La Vanguardia