Alfonsina Morini nació en 1891 en la pequeña ciudad Castelfranco Emilia, situada entre Módena y Bolonia. De familia humilde recibió a los 10 años un regalo de su padre que le cambiaría la vida: una bicicleta. A partir de entonces hizo todo lo que estaba en su mano para hacerse un hueco en un mundo tradicionalmente dominado por hombres, llegando incluso a establecer el récord de la hora femenino en 1911. Cuatro años más tarde, habiendo cumplido los 24, se casó y cambió su apellido por Strada. Su marido, también ciclista y trabajador del metal se convirtió en su entrenador personal y juntos se mudaron a Milán ciudad que contaba con un velódromo donde poder entrenar.
En 1917 Italia se encontraba sumida en la Gran Guerra pero se seguían realizando pruebas ciclistas como el Giro de Lombardía. Como las normas no prohibían, ni siquiera contemplaban la participación de una mujer no se pudieron oponer y la terminó en 32º posición. Tuvo la fortuna, buena o mala, de competir con figuras tan memorables como el belga Thigs, que sería el primero en vencer en tres ocasiones el Tour.
En 1924 decidió competir en la primera competición ciclista Italiana, el Giro. Como este evento ciclista tenía mucha más repercusión que cualquier otro en Italia, temiendo que no la dejasen participar por ser mujer en su inscripción omitió la «a» de su nombre inscribiéndose como Alfonsín Strada con el número 72. Los organizadores no se dieron de cuenta hasta el día antes del inicio, e incluso gozó de cierto éxito en las primeras etapas manteniéndose lejos de la cola en todo momento, cosa de no era del agrado de la dirección del Giro. Fue en la 7ª etapa de 304 km, muy accidentada y en la que muchos participantes tuvieron que ser remolcados cuando los organizadores la comunicaron que había sido descalificada por llegar «fuera del tiempo de control» a la meta.
A pesar de estar descalificada uno de los patrocinadores del Giro la propuso financiarla si seguía con la carrera aunque fuese de forma extraoficial y así lo hizo. No solo termino todas las etapas sin apoyo de la organización, sino que lo hizo antes que varios corredores siendo aclamada por el público de Milán, escenario de la última etapa en una entrada mítica.
Entró así en la historia la que ha sido la primera y única mujer en competir junto a los hombres en una de las tres grandes pruebas mundiales.
Aunque intentó volver a competir en años sucesivos la organización se opuso tajantemente a incluir mujeres en el Giro a pesar de ser conocida en toda Italia. Siguió montando en bicicleta el resto de su vida.