París se queda sin sus bicicletas de alquiler

París presumía de tener el mejor servicio de alquiler de bicicletas compartidas del mundo. Era una referencia copiada por ciudades de todo el planeta. Sin embargo, desde que a principios de año cambió la empresa concesionaria, nada funciona.

La capital francesa, que se había acostumbrado a ver multitud de las famosas Velib por sus cada vez más numerosos carriles bici, asiste impotente a la ausencia de estos vehículos.  Mientras, los usuarios se organizan para trasmitir su enfado. Las nuevas Velib no funcionan. Las estaciones de anclaje abiertas están vacías o tienen pocas bicicletas y la mayor parte de estas no pueden ser alquiladas por los usuarios.

La ciudad referente se ha convertido en un «accidente de magnitudes industriales». Así lo ha definido la oposición conservadora en el Ayuntamiento de París, que acusa a la alcaldesa, la socialista Anne Hidalgo, de haberse precipitado en la atribución del nuevo contrato.

A dos años de las municipales, el problema de las Velib amenaza la popularidad de la regidora. Ella hasta hace poco sacaba pecho con su servicio municipal de bicicletas. El problema surgió a mediados del año pasado, cuando París y un centenar de municipios de su entorno acordaron cambiar el operador del servicio.

La empresa publicitaria JCDecaux, que lo había ejercido desde 2007, dejó paso a Smovengo. Este es un consorcio empresarial en el que participa la española Moventia, que lo ganó para los próximos 15 años a cambio de unos 700 millones de euros. Los ayuntamientos apostaron por las mejoras que proponía el nuevo operador. Prometió bicicletas más sofisticadas y que un 30% del parque sea eléctrico. Pero desde que comenzaron a dar el servicio nada fue como figuraba en el contrato.

Smovengo tardó en sustituir las estaciones anteriores y chocó con la imposibilidad de conectar a la red eléctrica muchas de ellas. «No conocían la realidad, se presentaron a la licitación con promesas, no con un proyecto real». El portavoz de Paris en selle (París en sillín), Simon Labouret. Paris en selle es la asociación que agrupa a los usuarios descontentos con el nuevo servicio.

El resultado es que el servicio quedó paralizado durante los primeros meses del año, ante las protestas, cada vez más subidas de tono, de los abonados a través de las redes sociales. «Son bicicletas más complejas, no las habían probado con anterioridad. El Ayuntamiento debió de haber adquirido más garantías y haber mirado lo que sucedió en otras ciudades donde operaban», agrega Labouret. Según éste, en Moscú o Helsinki el sistema de Smovengo tampoco es satisfactorio, al igual que en Clermont-Ferrand, en el centro de Francia.

Smovengo reconoce que «el servicio no es suficientemente bueno». Lo atribuye al retraso en la atribución del contrato, a nuevas exigencias municipales y a una huelga de su personal. «Por ello, hemos lanzado un plan de urgencia que nos permitirá a finales de junio tener un servicio más adecuado». Asegura Nicolas Boutaud.

La empresa asegura que «no es momento de buscar culpables» sino de «concentrar esfuerzos para que el servicio funcione». Pero señala que el retraso de cinco meses en la atribución del contrato les dejó «un plazo muy corto para implantar un proyecto muy ambicioso, una de las mayores redes de bicicletas de alquiler del mundo con 14.000 estaciones».

No opinan igual los alcaldes de los municipios afectados, sobre todo París, que consideran que Smovengo «subestimó el proyecto» y que «había cosas que se podían haber anticipado». Según indicó una portavoz del consorcio municipal, Mélody Tonolli.

Las concesiones de proyectos municipales no tienen todos los controles que cabría esperar para cumplir un servicio excelente.

Agregó que están siguiendo muy de cerca el plan de urgencia lanzado por la compañía. Que, «si éste no da resultado, todas las posibilidades estarán encima de la mesa».

Pero alertó de que rescindir el contrato «puede alargar aun más los plazos». Recordó que los alcaldes todavía no han comenzado a barajar otras opciones, como la municipalización del servicio. Como hizo Madrid hace unos meses.

 

Fuente: El Economista

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